miércoles, 20 de julio de 2011

El Bucle: tempus fugit...


Sonidos para soñar o para sentir, para llorar, para reir... Siempre hay una música que nos produce emociones tormentosas. Combinaciones de notas musicales ejecutadas por manos y bocas expertas o virtuosas sobre instrumentos de viento, cuerda, percusión; madera o metal, o sobre las mismas cuerdas vocales (algunos dicen que sólo se trata de matemáticas), que hacen que nuestras neuronas se independicen. Si, que dejen lo que estaban haciendo (incluso si era una maniobra depresiva o seudoautista) y se dediquen a “otra cosa”. Nos apetezca o no; nos guste o no; y nos hagan creer que estamos alegres, tristes, melancólicos, eufóricos o amenazados... También hay músicas que introducen el miedo. 
La música es, además, una de las mejores formas de contar historias. Es posible incluso contar toda la historia o el principio de los tiempos dando a la música el protagonismo. J. R. R. Tolkien lo hizo en sus maravillosas historias sobre La Tierra Media y en El Señor de Los Anillos. Siendo muy joven leí sus libros; primero El Hobit y después El Silmarillion uno en 1970 y el otro en 1979, y desde entonces estoy convencido de que la síntesis que Tolkien hace de “todos los mitos y leyendas que las religiones consideran sagradas historias”, además de emocionante, es más creíble y fácil de explicar que las convencionales.
Recuerdo que cuando leía el primero de los cinco libros que componen El Silmarillion: Ainulindalë (La Música de Los Ainur) pensaba en lo bello que había dejado Tolkien El Génesis y cuanto menos traumático hubiese sido que tanto cristianos, como judíos o musulmanes lo hubiesen contado de la misma forma, al menos a los niños. Tanto el Ainulindalë, como el Valaquenta son “neutrales”. No hablan de “pecado, culpa, castigo, herencia del pecado, culpa, castigo y vuelta a empezar”. Hablan de una música inspirada por Eru: el único; Iluvatar: padre de todo; en los Ainur (como ángeles ¿?) y a partir de la cual estos últimos deciden trabajar en la creación del mundo conocido que respondía a la “visión” que en ellos causaba la música cuando la interpretaban.
En esta bellísima historia, la discordancia se produce en el principio (como en el resto de las historias llamadas sagradas) y, se trata de unos pocos acordes que en principio estaban destinados a embellecer aún más la composición de los Ainur. Y como Eru no había dado instrucciones de como tenía que ser la melodía, admitió la discordancia, y la hizo suya como el resto de de la composición. Después, resultó que este acto de “humildad” por parte de un espíritu poderoso, acabó siendo una concesión probablemente inmerecida. Pero es gracias a ella y a la libertad de creación y expresión que representa, que pudieron suceder las cosas que sobrevinieron y que acabaron por ser el difícil y equilibrado uso del “libre albedrío”, como suelen denominarlo los otros libros considerados sagrados.
Durante toda esta semana he estado saliendo. No he escrito nada porque mis pensamientos han venido siendo una especie de “bucle melancólico”; o un bucle de programación informática. Algo como:

buen_animo_start() {
if [ -x /usr/sbin/buen_animo ]; then
if ! ps axc | grep -q fuerza ; then
if [ -r /etc/rc.d/rc.ganas_de_vivir ]; then
sh /etc/rc.d/rc.modo_vivir start
sleep 1
else
echo "FATAL: No puedo tener buen ánimo porque no encuentro fuerza ni ganas de vivir, para poner en marcha el modo vida."
sleep 5
exit 1
fi
fi
echo "Neuronas puestas en modo ganas_de_vivir, modo_vivir"
/usr/sbin/buen_animo --daemon=yes
fi
}

No es necesario que intentéis leer esta parte, aquellos que no estéis familiarizados con algún lenguaje de programación. Lo he puesto ahí como homenaje a un amigo, a un ex-compañero que dedicó algunos meses que coincidimos en una prisión de Galicia (por cierto, de las mejores entre las que he recorrido durante mi peregrinación y condena), a hacerme comprender como hay que escribir las cosas para que otros programas informáticos (también escritos por humanos. A veces me parece increíble que esto pueda suceder) conviertan (compilen) este guión de instrucciones, en otro guión que sólo contendrá “unos y ceros” y que es el que realmente entienden y ejecutan los ordenadores.
Durante el tiempo que mi amigo me estuvo explicando como habían llegado los hombres a entenderse con este tipo de máquinas. Como las habían enseñado a entender las órdenes humanas y después a aprender las ordenes humanas más comunes, incluso a hacer predicciones sobre lo siguiente que los humanos iban a ordenarles y; más tarde a jugar con los humanos. Hasta que aprendieron tanto que ahora, a alguna de estas máquinas, es prácticamente imposible ganarles en muchos juegos complicados de los que les enseñamos, como por ejemplo el ajedrez. Yo nunca he conseguido pasar de aprendiz en el ajedrez.
Mi amigo dice que en el asunto del ajedrez no hay ningún misterio. Se trata de matemáticas, de cálculo de probabilidades y en eso hace años que cualquier ordenador personal es más rápido que el humano que lo usa. Cuanto más las máquinas especializadas a las que se les ha enseñado a jugar, partiendo de las combinaciones usadas por los mejores jugadores del mundo. A él no le parece inquietante que un día esas máquinas lleguen a dominar el mundo... a mi si.
Recuerdo que a veces hablábamos de todo aquello que ya controlan los ordenadores y que podría pasar si dejasen de hacerlo. Distribución de electricidad; cajeros automáticos y transacciones comerciales; tráfico ferroviario; navegación marítima y aérea, redes de satélites de posicionamiento y predicción meteorológica... los propios coches que conducimos, cada día son menos gobernados por las manos de los hombres...
y, él, sonriendo siempre me decía: - “y aunque así fuese que ?, tu supones que la falta de humanidad de las máquinas sería un desastre para los humanos...”; pero en realidad, en algunos asuntos el pragmatismo extremo de una máquina es más deseable que el embrollo de emociones, prejuicios y calentones de la mente humana. Si a ti te hubiese juzgado una máquina a la que se le hubiese introducido exclusivamente el la Constitución Española, el Código Penal y la Ley de Enjuiciamiento Criminal; no estarías aquí. Muchos de los que están en la cárcel no estarían...
Nunca te hubiese condenado. Porque una máquina que aplicase las leyes de forma estricta, al llegar a la parte: “no se presentan pruebas concluyentes que acrediten la culpabilidad del acusado en los hechos que se le imputan” aplicaría el principio: “entonces prevalece la presunción de inocencia”. Ninguna otra emoción, ningún otro prejuicio del tipo: “no hemos podido encontrar pruebas concluyentes, pero nosotros creemos que con las circunstanciales es suficiente y que el acusado miente, entre otras cosas porque es su derecho no decir nada que pueda usarse en su contra; luego si puede mentir seguro que miente, por lo tanto le condenamos aunque no haya pruebas y que intente apelar nuestra decisión. Si otros jueces le dan la razón, nada hemos perdido y si no se la dan, que se fastidie...”.
Me gustaba pasar aquellos ratos con mi amigo hablando de ordenadores. Lo de los ordenadores en realidad era una excusa para hablar de cualquier cosa. Y así pasaban los días, porque como dejó dicho Virgilio: “Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus, singula dum capti circumvectamur amore”. Yo le leí traducido al árabe y cuando lo traduzco a “mi castellano” me sale algo como: “Pero mientras tanto huye, huye el tiempo irremediablemente; mientras nos demoramos atrapados por el amor hacia los detalles”, Espero sea el sentido que debe tener la frase de Publio Marón.
Recuerdo que pensaba: - Bien... si, el tiempo huye de todas formas, de forma irremediable, es cierto. En un lugar como este es mejor para el espíritu “perderlo o desperdiciarlo” en el amor de los pocos detalles que aquí se pueden encontrar. El continente no puede ser más feo (en lo arquitectónico), el contenido es un reflejo de la sociedad con una mayor tendencia a la extrapolación por clases y con un mayor porcentaje de “desgraciados”, de personas poco tocadas por la suerte, de abandonados, de pobres y, otra proporción mucho mayor de personas que no tuvieron acceso a la educación y/o a una mínima cultura. Así que mientras pueda conseguir que el tiempo huya mientras hablo con alguien para quien el latín es un viejo conocido y no considera el árabe como un idioma de “putos moros de mierda”; dejaremos que huya el tiempo. Ya bastante despacio transcurre por las noches... el muy cabrón.

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